Jan Van Eyck podría retratar hasta la sonrisa plácida del hijo en elvientre de la señora Arnolfini. Ella ha disimulado hábilmente lasmagulladuras en los pómulos y él ha prometido al artista algunasmonedas más por no llevar a la posteridad el ojo morado de su esposa.Los colores irrepetibles del maestro inventan para sus rostrosflamencos una máscara eterna de armonía. Juan de Brujas sabe burlar al tiempo, pero quinientos años después, en las noches hechizadas de laNational Gallery, no hay lienzo que duerma con el escándalo que salede casa de los Arnolfini.