Mi fascinación por la Unión Soviética fue siempre más literaria quepolítica, más por los rusos que por los sóviets, y más en la estela de Chéjov, Dostoyevski, y posteriormente Bulgákov, Mandelstam (Osip yNadezdha) y Brodsky que de los adalides de una revolución que quisocrear un hombre nuevo a sangre y fuego, con estragos que ahorarecuerda de forma tan certera como desgarradora Svetlana Aleixévich.Este Cuaderno ruso (con incrustaciones portuguesas) es una incursiónen un pasado remoto, un viaje, una historia de amor y sus secuelas,que no han dejado de perseguirme con su aura de ironía y frustración,de palabras contra fantasías... políticas, sexuales, literarias.ALFONSO ARMADA