MARTINEZ GIL,TANIA / SANTACANA MESTRE,JOAN
En el pasado, los museos fueron el resultado de la paciente laborinvestigadora de eruditos, sabios o diletantes; pero en Espa¤a hubootro tiempo, no tan lejano, en que fueron los ignorantes y losarrogantes quienes construyeron y dise¤aron los museos. De esta forma, se pas¢ de un tipo de museo con objetos pacientemente recuperados einvestigados, pero deficientemente expuestos, a un museo sin objetos,sin investigaci¢n que avalara ninguna idea, pero con un magn¡ficoplumaje. Museos que, al igual que los loros, hablaban al p£blico, pero no le transmit¡an nada. Y de la misma forma en que se construyeronautopistas y trenes de alta velocidad sin pasajeros y aeropuertos sinaviones, en Espa¤a se construyeron tambi‚n museos sin ideas niobjetos. El resultado de este aquelarre cultural, aut‚ntico fest¡n debrujas, han sido magn¡ficos edificios habitados por las telara¤as.Insostenibles, in£tiles, sin otra funci¢n que alimentar los bolsillosde la especulaci¢n que atenaza no ya el crecimiento de la cultura,sino tambi‚n su propia existencia.Y en este panorama subsisten los museos, los de siempre, aquellos quehab¡an nacido de la labor esforzada de sabios trabajadores de lacultura. Ellos no estuvieron presentes en el aquelarre cultural.Tampoco se beneficiaron de la especulaci¢n. Apenas se sostuvieron consus andrajos frente al insultante despilfarro de los ricos.Frente a ello, hay que levantar la voz del Museo Pobre, del que notiene recursos y nunca los ha tenido; del museo que ha sobrevivido alas guerras, a las bombas, al hambre y a los inviernos sincalefacci¢n; aquellos museos cuyo director abre por la ma¤ana y cierra por la noche, lleva la administraci¢n y atiende a las visitas, ycuyas vitrinas fueron compradas a base de las miajas que ca¡an deldespilfarro de los ricos.