«No hay nada m s que esto», dice el protagonista de uno de los relatos de El jard¡n. Tras la apariencia de unas vidas rutinarias ydetenidas, los personajes de este libro no dejan de cavar un t£nel desalida hacia otro lugar: un vendedor de peri¢dicos que sigue en lamisma habitaci¢n donde creci¢ mientras piensa en declararse a la mujer que ama; un vigilante dedicado a resolver problemas de l¢gica a lavez que es motivo de burla a su alrededor; un oficinista que sale adormir a la intemperie junto a los jabal¡es, y que mantiene un romance con una mujer tan desamparada como ‚l...Ismael Grasa vuelve a conmovernos, igual que hizo en Trescientos d¡asde sol, con un estilo sobrio y despojado. Una desnudez que deja aldescubierto las fugaces iluminaciones que parecen dar sentido a lasvidas de los personajes. Todos encontrar n su grandeza en esa b£squeda que, como una sima, se abre bajo sus pies.