Afirmaba en 1939 el gran novelista, pensador y pol¡tico franc‚s Andr‚Malraux en un texto que reproducimos aqu¡ a modo de pr¢logo : «Lasamistades peligrosas es el relato de una intriga». Si por intriga seentiende la posibilidad de influir sobre los hombres utilizando suspasiones, o sea sus debilidades, tenemos sin duda entre las manos unade las m s notables novelas de intriga, pues de lo que se trata aqu¡es exclusivamente de pasiones y de las maniobras a las que seentregan, con extrema astucia, lucidez y cinismo, los protagonistaspara alimentar y controlar en todo momento el juego de la seducci¢n,del deseo sexual y de la vanidad. Algo en este juego, en principiosometido a los rigores de la inteligencia y del conocimiento, escapa,sin embargo, a su gobierno : esa sombra de fatalidad que late en todas sus jugadas no es otra que el erotismo. Un erotismo que nace de y enla coacci¢n de las leyes del propio juego. Veamos : Valmont quiereacostarse con la marquesa, que ya no quiere acostarse con ‚l. Quiereacostarse con la presidenta Tourvel, que no quiere hacerlo. Se acuesta con Cecilia, que en realidad quiere acostarse con Danceny. Cuando lamarquesa se acuesta con Pr‚van lo hace con la obstinada intenci¢n deexpulsarle. En toda esa ya c‚lebre apolog¡a del placer, ni una solapareja se mete una sola vez en la cama sin una idea preconcebida en la mente. Y esta idea es, casi siempre, la coacci¢n, coacci¢n que ya noes fuerza, sino ?y en ello radica su grandeza? persuasi¢n, cuyoutensilio m s refinado es, naturalmente, la mentira.