Este diario, Ardides, constituye la primera incursión del autor eneste género. Es un libro abierto a los cafés, a los pensamientos sincentro de gravedad como los caballos voladores de Chagall, y a losotros, de cercanías, porque saben de dónde vienen, a la necesidad deescribir queriendo vivir, a proyectos líricos que vienen inesperadoscomo una fiebre.
Miguel Ángel Gómez trae aquí parte de sustesoros, sus recuerdos, su obsesión por conservar, retratar,registrar. Somerset Maugham, Maiakovski, Kafka, Mauriac, el DoctorTarado.
El propio Gómez, en notas surrealistas que sacan pechocontra el viento, nos muestra las ganas del autor por nacer de nuevo,como un nuevo escritor de canciones o un nuevo artista. Digamos que en Ardides hay una prosa por descubrir, entre lo melancólico y loirreverente, entre el virtualismo y la paranoia, con una variedad deregistros en la cima de su trayectoria creativa.