Internet nos ha abierto posibilidades insospechadas de comunicarnos,interactuar y comprender el mundo. Pero también ha traídoconsecuencias no deseadas de gran calado para nuestras vidas quepueden cifrarse en una sensación de pérdida de control. De ahí queaparezcan demandas de más control estatal frente a las poderosas redes digitales o los servicios secretos de países extranjeros que secontradicen con la propia naturaleza descentralizada de la red. Elautor sostiene y razona de forma brillante que esta pérdida de control es real y, en realidad, deseable porque nos libera de las formas deautoridad anquilosadas de los Estados y nos empodera para actuar másallá de las fronteras.