Ricardo Giraldes dej¢ de escribir a los cuarenta y un a¤os. Hab¡anacido en Buenos Aires en 1886 y, enfermo del Mal de Hodgkin, mor¡a en Par¡s, en la casa de Alfredo Gonz lez Gara¤o, la Rue Edmond Valentin, n.§ 7 (lugar que a¤os m s tarde ocupar¡a James Joyce), en 1927. Autor de la m s importante novela gauchesca, Don Segundo Sombra (1926),sufri¢, debido a los cr¡ticos, m s de una d‚cada de silencio. En 1915hab¡a publicado dos libros: El cencerro de cristal y Cuentos de muerte y de sangre. El primero estaba compuesto de un variado surtido depoemas en prosa y en verso de calidad cuestionable, un libro quemalamente llam¢ la atenci¢n de los cr¡ticos. Era un poemario atrevido, lleno de aciertos y de torpezas: «sauces, magdalenas, lluvias, nubesdesflecadas, payasos t‚tricos, contorsionistas de este valle del grimas. Todo lo que cae, lo que declina, lo que concluye». Todav¡afaltaban varios a¤os para que llegara el ultra¡smo a Buenos Aires yGiraldes se hab¡a adelantado a su ‚poca, trayendo de Par¡s nuevosritmos e im genes portentosas de los que la escritura en espa¤olcarec¡a. Pero el libro fue un fracaso estrepitoso, un descalabro quecontagi¢ a los relatos, de los cuales no logr¢ vender m s que sieteejemplares en un solo a¤o. Las malas cr¡ticas hicieron que Giraldesarrojase al pozo de La Porte¤a cerca de dos mil ejemplares de losCuentos de muerte y de sangre. Adelina del Carril, su esposa, logr¢salvar unos pocos, que hoy atestiguan las injusticias que soport¢ elautor.El t¡tulo de la obra, Cuentos de muerte y de sangre, alude al clima de violencia en que est n inmersos sus personajes. Giraldes se adelanta un par de a¤os a los Cuentos de amor, de locura y de muerte (1917),de Horacio Quiroga, obra que, pr cticamente, aborda los mismos temas:el amor, la violencia y la muerte. Los cuentos de Giraldes seinsertan en una larga tradici¢n oral que desarrolla el tema de laviolencia y la tragedia que siempre la acompa¤a. Tanto la tensi¢n deestos relatos, en los que se huye de la descripci¢n f cil einnecesaria, y la extrema brevedad de algunos de ellos («El pozo», por ejemplo) son paradigm ticas de la narrativa del autor. Los cuentos de Giraldes refuerzan su tema central, la violencia, por su estiloconciso. Sin embargo, la brevedad se refleja tambi‚n en laspresentaciones de los personajes («Facundo» o «Don Juan Manuel»), deterritorios o ‚pocas («Puchero de soldao» o «Venganza»): «Era uninconsciente de veinte a¤os, proyecto tal vez de caudillo; impetuoso,sin temores e insolente ante toda autoridad»; «De esto har unosochenta a¤os, en el campamento del coronel Baigorria, que comandabauna secci¢n cristiana entre los indios ranqueles, entoncescapitaneados por Pain‚ Guor». Tambi‚n encontramos ambientacionespropicias para la aparici¢n del h‚roe, como en «Justo Jos‚», narraci¢n en la que se describe la estancia «obsequiosamente» entregada a latropa, con el «gauchaje» amontonado, los «caballos», que se revolcaban en el corral, los perros «temblorosos y gachos», las chinas cebandomate, los «mamaos» que segu¡an chupando y el sargento controlando lasituaci¢n. Este laconismo descriptivo que acompa¤a a la acci¢n de lospersonajes tiene que ver con aquello que se¤alaba Horacio Quiroga enel «Dec logo del perfecto cuentista»: la exactitud. Exactitud yviolencia, por lo tanto, forman el tono dominante en estos cuentos,una violencia derivada de la oposici¢n de contrarios. Me gustar¡aa¤adir adem s, como dijera el cr¡tico Previtalli, que, en estaoposici¢n de fuerzas, Giraldes inclina siempre la balanza hacia «lospersonajes de su mundo campesino. Las narraciones descubren suaversi¢n por los caudillos y patrones desp¢ticos y crueles y por elgaucho malo y muestran en cambio una simpat¡a indudable por eldesvalido, particularmente por el pe¢n humilde». Existe, pues, en lanarrativa del autor, un compromiso con los desvalidos y con las clases sociales inferiores y oprimidas, especialmente con un gaucho enproceso de desaparici¢n.