«De muy pocos ejecutores de justicia, vistos con una mezcla derepulsi¢n y curiosidad, se han conservado sus semblanzas hasta llegara la Revoluci¢n Francesa, donde Henry Sans¢n, nacido a la sombra de la guillotina, rompe al publicar sus memorias con el anonimato que lasociedad parec¡a imponer a sus compa¤eros de escalaf¢n. Salidos de lamarginaci¢n tambi‚n por el retorcido encanto que tuvieron paraEspronceda, Concepci¢n Arenal y Emilia Pardo Baz n, entre otrasplumas, nunca hab¡an sido recogidos en sus existencias reales como una generaci¢n que se encargaba de levantar todos los pat¡bulos y hacerfuncionar todos los garrotes de las Audiencias de Espa¤a y de suscolonias entre los siglos XIX y XX.»