Nos dijo: Soy el ángel
que odia este trabajo; yo obedezco.
Unángel, educado sí, pero nos expulsó.
Nos llevó a un nuevo sitio sin gestos de verdugo
y sin modificar el rictus de suimagen.
Amable, angelical y casi mudo,
nos donó otro jardín masdescuidado.
Era un lugar mortal, nos pareció,
en un sitiocercano y diferente.
Fue como descubrir de pronto que unosbesos
nos buscasen
con un nuevo sabor por definir;
algo asícomo si todo hubiera sido el gran principio
de otra vidadistinta.
Vacíos de memorias, solos completamente
y desnudos dehuellas, iniciamos
allí un tiempo sin ángeles ni dioses.
Quizáya todo fuera más sencillo.
Lo cierto fue que no nos castigó aquelángel.
Lo noté por su llanto, muy a escondidas
incluso de suDios.
Así me lo contaron, dicen. Y lo cuento.
Quizá a partir deentonces todo fue más sencillo
que su dificultad.