Por un instante, los dos trenes circularon paralelos. En esepreciso momento, Elspeth McGillicuddy presenció un asesinato. Desde su vagón vio con impotencia como en el otro tren un hombre agarraba sinpiedad el cuello de una mujer hasta estrangularla. Después el tren sealejó.No había sospechosos ni testimonios. Tampoco había cadáver. ¿Quién, salvo Jane Marple, se tomaría en serio esta historia? «Este libro es el ejemplo perfecto de lo que debe ser una historiade detectives; uno regresa continuamente a verificar pistas, ningunaes irrelevante.» The Times (1957)