Esta obra fue tan decisiva para la definición del Concilio deConstantinopla (381), que seguimos, hoy, proclamando como profesión de nuestra fe: "Creo en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida..., que con el Padre y el Hijo recibe una misma adoración y gloria".Urgido por el peligro del arrianismo y respondiendo al ruego deAnfiloquio de Iconio, Basilio defiende y expone la consubstancialidaddel Hijo y del Espíritu Santo con el Padre, con un rigor intelectual,teológico, y un vigor espiritual de la experiencia del Espíritu, comosólo puede hacerlo una mente poderosa y equipada culturalmente como la suya, alimentada sobre todo, en dos fuentes inagotables: la SagradaEscritura y la tradición viva de la Iglesia.